miércoles, 15 de abril de 2009

Terrabel - Capítulo 1: Oscuridad

Para mí, el cielo siempre ha sido gris… y ahora lo es más que nunca…

En donde yo vivía, la lluvia jamás dejaba de caer. El cielo literalmente siempre era gris. La lluvia eterna siempre había oscurecido la luz solar, y siempre había distorsionado los sonidos de la ciudad.

Esa noche, me dejé caer sobre la cama… ahora que nadie me veía… por fin podía llorar… lo hice…

Me puse a pensar en los momentos que pasamos juntos. Las veces que él se sentía triste, y yo era la única que podía estar ahí para él. Los pocos momentos de alegría que pasamos, que para mí siempre serán preciosos…

El dolor era insoportable… mi hermano… era mi único amigo, era la única persona que me entendía, y era el único que me escuchaba… era el único al que podía recurrir cuando todos los demás me rechazaban… era mi héroe… él me salvó la vida… a costo de la suya…

Las personas que lo hicieron, los asaltantes… se rieron mientras lo golpeaban… pero él no dejó de pensar en mí hasta el último momento… me dio tiempo de correr. En lugar de ponerme a salvo, yo pensaba en buscar ayuda, o en encontrar algo que me sirviera, cualquier cosa, una piedra, un barrote, lo que fuera…

Mientras buscaba desesperadamente, alguien me encontró. Cuando pude explicar lo que pasaba, llamaron a la policía, que tardó casi media hora en llegar. Ya era demasiado tarde… lo habían golpeado hasta la muerte.

Mi madre me culpaba de lo que acababa de pasar… si no fuera por mí, él estaría todavía aquí…

Tal vez tenga razón… es mi culpa… no tengo derecho a vivir…

Odio este mundo… odio a la gente… odio todo… Lo poco de esperanza que me quedaba después de que me violaron, lo acabo de perder.

¿Qué puedo hacer ahora? No tengo suficiente valor como para intentar suicidarme…

No… tampoco tengo derecho a eso…Mi hermano se sacrificó para que yo me salvara… sería lo peor si desperdiciara eso.

Obviamente ya no soy bienvenida en mi casa, aunque ella no me lo quiera decir directamente. Tengo que irme… si tan sólo tuviera fuerzas…

Esa noche, aunque hubiera querido escapar de todo, lo único que pude hacer, fue llorar como nunca… y dormir.

A la mañana siguiente, desperté sintiéndome tan miserable como la noche anterior. Pero el deseo de escapar se había ido… la tristeza lo había superado por mucho.

Me vestí y salí de la casa… sólo quería estar fuera por un rato… quería pensar. Caminé sin rumbo un rato por la ciudad, mirando las plantas, viendo pasar a la gente indiferente, escuchando la lluvia golpear mi paraguas…

Llevaba cerca de una hora deambulando, pensando en que ya no tenía nada que hacer en la vida... cuando pasó algo que me hizo pensar lo contrario…
Vi a uno de los tipos… uno de los que habían golpeado a mi hermano… lo vi, caminando entre la gente como si nada, como si lo que hubiera hecho no hubiera tenido ninguna consecuencia.

Se quedó recostado en una esquina de un alto edificio, sobre la pared. Sobre la misma pared, pude ver varias ventanas algunos pisos más arriba.

El tipo me miró… pero no me reconoció… y si lo hizo y no le importó, nunca lo sabré. De todas formas, caminé hacia el edificio como si nada pasara. Pasé por la esquina, por un lado del sujeto, como si todo fuera normal. Ni siquiera iba pensando mientras entraba al edificio. Parecía ser una compañía editora, o algo así. La entrada estaba vacía, sólo había un escritorio con una computadora encendida, con el protector de pantalla desplegándose.

Iba preguntándome si el tipo seguiría ahí para cuando llegara a una de las ventanas que estaban por encima de él. Al fondo, había un elevador y había una escalera… yo sin pensarlo, me fui por la escalera, como si mi conciencia me exigiera que pensara lo que inevitablemente haría si el tipo seguía ahí cuando llegara yo a la ventana. Estaba segura de lo que haría, aunque no quería pensar en ello.

Dentro del edificio, mientras subía por las escaleras, todo se veía borroso… todo parecía falso. Ya no escuchaba el sonido de la lluvia. Sólo escuchaba el ruido que hacían mis propios latidos, e incluso los podía sentir, como si me golpearan cada vez que mi corazón bombeaba sangre.

Llegué al segundo piso… pero seguí subiendo… si el sujeto seguía ahí para cuando llegara al tercer piso, lo haría… si no, ya pensaría qué hacer.

Tercer piso… mi respiración se agitaba cada vez más…

Me asomé a una oficina que creí que tendría la ventana que buscaba. También estaba vacía. Adentro, sobre un escritorio bien organizado, había una vieja máquina de escribir. En una esquina, una planta que no recuerdo claramente, en la otra, un archivero…

Me asomé por la ventana. Mi vista tomó un color rojizo… tuve náuseas por un momento… el sujeto estaba ahí… como esperando a que llegara alguien, o tal vez pensando en quién sería la siguiente persona que atacaría.

Dejé de pensar… una silueta humana que no pude ver claramente pasó por enfrente de la oficina, pero ni si quiera me vio. Tomé la máquina de escribir con las dos manos. Se sentía extrañamente ligera. Debe haber sido la adrenalina. Me acerqué a la ventana de nuevo. Miré al sujeto de nuevo… y dejé caer la máquina de escribir…

De regreso, tomé el elevador. La recepcionista que había vuelto a su puesto en la entrada del edificio, estaba ahora afuera, entre la multitud que ya se había reunido alrededor del cuerpo ensangrentado del tipo. Después de asegurarme que nadie hubiera visto que salí del mismo edificio, yo también me acerqué.

No pude verlo, por la multitud. Lo que sí pude ver, era sangre corriendo y algunos pedazos de la máquina de escribir. La gente hablaba de lo horrible que había sido, y se preguntaban cómo había pasado. No pude evitar sonreír por un breve instante… Así como había caminado hasta ahí, sin prisa ni preocupación que me pudiera deprimir más, regresé a mi casa, sin prisa, recordando que pronto cumpliría 16 años.

Durante todo el día, no abrí la boca. Ni para hablar, ni para comer.

Estuve pensando mucho, eso sí. Me puse a pensar en qué pensarían los compañeros del tipo que acababa de matar, cuando supieran lo que acababa de pasarle. En realidad podría ser visto como un accidente… tal vez no le darían la suficiente importancia como para preocuparse. Eso me molestaba un poco. Tal vez debería haber dejado un mensaje en la máquina de escribir… algo que los asustara, o al menos que les dejara claro que no fue un accidente.

Aunque de todas formas lo que hice fue gracias a una oportunidad única, que difícilmente se repetiría con los otros dos sujetos. Todo salió tan bien… me encontré al tipo. El tipo iba sólo. Pude entrar al edificio, pude llegar hasta la ventana, había algo pesado que arrojar, la única persona que pudo haberme visto pasó de largo… era como si me hubieran guiado… como si alguien o algo me hubiera ayudado.

Tal vez estaba pensando demasiado…

Acababa de matar a una persona, y no me arrepentía para nada. No era la primera vez que me asaltaban en esta ciudad… y las personas que lo habían hecho, estaban todas libres. Las personas que me violaron también…

A la gente no le importaba lo que yo había pasado, ni lo que le habían hecho a mi hermano. Así que a mí tampoco me importaría la gente. No sentiría culpa… de hecho… quería hacerle lo mismo a los otros dos… quería matar a los que me hicieron daño sin pensar en las consecuencias… quería matar a los otros dos asesinos de mi hermano…

Esa noche tuve fiebre. El sonido de la lluvia al que ya me había acostumbrado, ahora me molestaba.

Desperté sintiéndome rara, como si algo hubiera cambiado durante la noche. Me levanté con la sensación de que algo me llamaba. Me vestí, tomé mi paraguas y salí de la casa. Tenía hambre… pero sentía que necesitaba caminar… y empecé a caminar sin rumbo de nuevo.

¿Qué es esto? ¿Hacia dónde voy?

No entiendo, pero… siento que hay algo en esta dirección. Ayer… ¿era esto lo mismo que sentí ayer?

Mientras caminaba, traté de recordar el recorrido que hice el día anterior, pero no pude… Recordaba los detalles, algunos lugares que vi, pero no estaba segura ni siquiera de cómo había regresado a la casa.

Me sorprendía que aunque tenía hambre, no me sentía débil, a pesar de no haber comido nada en la mañana ni durante todo el día anterior.

Al mismo tiempo que algo me llamaba en la dirección en la que me dirigía, sentía una sensación similar, que me llamaba casi en sentido contrario. Pero esa sensación era mucho más débil, y pude ignorarla gracias a la otra más fuerte que me decía que siguiera.

Esta vez caminé por poco más de una hora y media… y ahí estaba lo que buscaba sin estar totalmente consciente de ello, aunque sospechándolo; era otro de ellos. Lo seguí por unos minutos hasta que entró a un callejón oscuro. Varios metros al fondo, dio vuelta a la izquierda y siguió caminando más al fondo, a donde se hacía más oscuro aun. Seguí su camino. Cuando llegué a donde dio la vuelta, vi como se cerraba una puerta al fondo. Caminé hasta la puerta. Me quedé frente a ella por un momento, escuchando la lluvia.

Ya sé a qué vine. Lo que no sé es cómo lo haré. Ayer fue tan fácil… tenía todo a mi favor… hoy no tengo nada.

-Creíste que no te había visto, ¿verdad?

Escuché su voz, iba a voltear, pero me puso el brazo izquierdo alrededor de la cintura, y sentí una helada hoja de metal sobre el cuello. Me asusté tanto que dejé caer el paraguas al suelo. La lluvia era fría e intensa.

-Si gritas, te mueres. Si tratas de escaparte, te voy a agarrar y te va a ir peor…

Estaba paralizada por el miedo… no podía ni hablar ni moverme. Apenas podía pensar. Intentaba calmarme pensando que estos tipos no eran inteligentes, tal vez podía engañarlo de alguna forma… pero hasta ahí llegaba… tenía demasiado miedo como para intentar cualquier cosa… y pensar que no había dudado en matar a uno como él el día anterior.

-La otra noche te me escapaste… no creas que se me olvida…

-Déjame…

-Si no te voy a hacer nada malo… a tu hermanito le dije que te iba a gustar… vas a ver…

Nunca me había enojado tanto como en ese momento… Sentí como si todo mi cuerpo lo recorriera un rayo, mi visión se nubló de nuevo… Escuché un primer latido de mi corazón, al mismo tiempo que todo lo que veía me parecía que resonaba dejando marcas de sus siluetas, eso con cada latido siguiente.

Voy a matarte… voy a hacerte pedazos…

Sentí como un aliento cálido a mi derecha, y un segundo después, escuché algo diferente de mis latidos. El sonido de un pedazo de metal chocando contra el suelo, al mismo tiempo que algo golpeaba el charco de agua donde estábamos.

Esa sensación cálida se repitió varias veces, y escuché a mis espaldas varios golpes sobre el agua encharcada. De pronto el sujeto ya no estaba deteniéndome.

Miré hacia abajo, y me di cuenta de que el cemento estaba cuarteado en esa parte del suelo, y que el charco de agua se enrojecía… A un lado del cuchillo con el que me había amenazado, vi un pedazo de lo que me pareció que era… su mano…

Me di la vuelta… apenas pude reconocer en el suelo lo que quedaba de ese sujeto.

Me quedé mirándolo un momento… No supe cómo, pero sabía que había sido yo.

Tomé mi paraguas, salí disimuladamente del callejón, y caminé de regreso a mi casa. Nadie parecía notar que estaba empapada. Tal vez a nadie le importaba. Para mí misma era difícil saber dónde terminaba mi sudor y empezaba el agua de lluvia.

Lo que acababa de pasar me quitó el hambre, pero poco a poco volvió mientras recordaba que no había comido nada. Cuando llegué a mi casa, me preparé algo rápido para calmar mi hambre. Me metí a mi cuarto…

Sólo después de comer me pregunté qué era exactamente lo que le había hecho a ese tipo.

Encendí la televisión. Estaban pasando las noticias locales, acerca del incidente del día anterior. Entrevistaban a testigos que aseguraban que habían visto claramente cómo una máquina de escribir se estrellaba en el suelo en frente del sujeto, y casi al mismo tiempo, un rayo amarillento cuarteaba el suelo donde el tipo estaba parado, y atravesaba su cabeza desde la quijada hasta el cráneo.

Apagué el aparato y me quedé sobre mis rodillas…

Eso lo hice yo… no salió como lo esperaba… pero lo hice yo…

-Sí, lo hiciste tú.

Me sorprendió la voz de una mujer que estaba detrás de mí, desde hacía quién sabe cuánto tiempo. Me di la vuelta hacia la cama, y ahí estaba ella, sentada, con las piernas cruzadas.

-¿Quién eres? ¿Cómo entraste?

-Tranquila… no pienso hacerte daño…

Me miró de arriba abajo, como examinándome. Yo hice lo mismo. Ella era delgada, de piel pálida y cabello largo y oscuro. Llevaba un vestido morado, de los hombros a las rodillas, y unas zapatillas del mismo color, de tacón bajo. Usaba un pendiente con forma de dos lunas en cuarto creciente, simétricas y unidas del centro por una pequeña esfera plateada.

-Vaya… yo esperaba algo diferente… bueno… de todos nosotros… yo no soy quién para juzgar.

-Dime… ¿quién eres?

-Mmmh… puedes llamarme Rai, para empezar. ¿Cómo te llamas tú?

-Mirai… pero si entraste hasta aquí, de seguro ya lo sabías…

-He, he… Es cierto, podría haberlo averiguado por mi cuenta… pero hacer esas cosas le quita emoción al encuentro… No esperaba que fueras una niña, por ejemplo.

-¿Qué?

-¡No, nada! Nada, nada, nada… no hay ningún problema con eso, no… vamos, ya sabes a lo que me refiero… tú… todo esto… bueno…

-¿Qué quieres? ¿Por qué entraste? Tú también quieres hacerme daño… ¿verdad?

-No… no me interpondría…

-No te tengo miedo… ya no le tengo miedo a nadie…

-Eso… bueno, eso era de suponerse… Mira, yo sólo vengo a hacer lo que me toca… asegurarme de que estés bien, de que hagas lo tuyo y todo eso… estás a punto de cumplir 16, ¿verdad?

-Sí… en tres días…

-Bueno, el calendario que usan está mal, tienes 16 desde ayer, por eso ya puedes manifestar eso que haces. Toma esto…

-¿De qué estás hablando? ¿Sabes algo de lo que puedo hacer?

Rai me entregó el pendiente de las dos lunas.

-Parece que aun no estás consciente del todo… mira… podrías decir que soy algo así como un ángel.

-¿Eres un ángel?

-No, “algo así como un ángel”.

-¿Viniste… a castigarme, por lo que he estado haciendo?

-Eso no me corresponde… además es tu trabajo…

-¿Mi trabajo?

-Ah, Dios… nadie me dijo que sería así… claro, nunca puede ser fácil…

-No entiendo… no entiendo nada… yo sólo… lo hice sin pensarlo… ellos se lo merecían… si eres un ángel debes haberlo visto… lo que me han hecho… lo que le hicieron a mi hermano… si eres un ángel… ¿por qué no nos ayudaste? ¿Por qué no nos ayudó Dios?

-Mirai… significa “futuro”. Tú… junto con la otra… ustedes son el futuro… esto sólo te confundirá más por ahora, pero lo entenderás pronto… lo que tienes que hacer ahora es seguir lo que sientes… y cuidarte de ella…

-¿De quién?

-De tu opuesta… la que está aquí para perdonar y dar vida al mundo… Terra…

Esa noche, al acostarme en mi cama me di cuenta de que estaba mucho más cansada de lo que creí, y caí dormida de inmediato.

A la mañana siguiente, recordaba la visita de Rai como si hubiera sido un sueño. No podía recordar cómo se había ido, sólo recordaba la conversación hasta que ella mencionó a Terra, "mi opuesta"...

Las cosas se ponían confusas en mi mente... ya no estaba pensando claramente, tal vez por mis malos hábitos para la comida en los días anteriores, o tal vez por el cansancio psicológico. De lo único de lo que estaba segura era de que mi hermano ya no estaba. Y no podía pensar mucho en lo demás... todo lo que había pasado después parecía falso... Sin embargo... esa sensación, aquello que me llamaba, aun estaba ahí... empezaba a tener miedo de estarme metiendo en algo que no pudiera comprender, y de lo que no pudiera salir. En ese momento deseaba que todo hubiera sido un mal sueño...

Encendí el televisor para tratar de despejarme un rato. Para mi mala suerte, lo único que conseguí fue convencerme de que todo era real, cuando vi las noticias locales de nuevo. Esta vez hablaban acerca del segundo hombre que maté. Lo habían encontrado hecho pedazos, en un charco de su propia sangre, en aquel callejón oscuro. Habían visto el concreto cuarteado debajo de él, y sospechaban que hubiera sucedido lo mismo que con el otro sujeto.

Apagué el aparato, y escuché, por primera vez desde que tenía memoria, silencio absoluto. Había estado tan absorta en mis pensamientos que no me había dado cuenta... por primera vez en al menos los 16 años que había vivido, había dejado de llover.

Abrí la gruesa cortina de la ventana de mi habitación. El sol brillaba como nunca antes lo había visto, y lastimaba los ojos. La calle en frente de mi casa estaba desierta. Tal vez la gente tenía miedo de salir, o tal vez nadie tenía nada que hacer. Miré hacia la derecha por mi ventana, y sentí de nuevo ese algo que me llamaba. Y esta vez no pude reprimirlo.

Tomé mi paraguas para usarlo como sombrilla. Igual que los dos días anteriores, no me despedí de mi madre. Ni siquiera la vi, simplemente salí por la puerta y empecé a caminar. El calor del sol era insoportable, en gran parte por la humedad que aun había en el ambiente. Además el silencio era casi ensordecedor para mis oídos acostumbrados a escuchar el eterno golpeteo de la lluvia. Caminé por al menos veinte minutos antes de ver a la primera persona fuera de su casa, también protegiéndose del sol con su paraguas.

Mala suerte para los que usan un paraguas transparente.

Aquello me siguió llamando hasta que llegué a un desolado campo baldío, en una zona casi abandonada de la ciudad. Había pedazos de paredes a medio construir, montones de arena y grava por todas partes, y cientos de bloques grises apilados. Y escuchaba voces...

Caminé entre los escombros y paredes hasta que vi a cierta distancia a un grupo de hombres, dos de ellos sentados en sillas, otros cuatro de pié, detrás de uno de los anteriores. Entonces me di cuenta de que uno de los que estaban sentados, era el otro de los tres individuos que casi inconscientemente había estado cazando. No alcanzaba a escuchar bien lo que decían, pero el hombre que tenía a los otros cuatro a sus espaldas, vestía un elegante traje azul oscuro, y se veía muy tranquilo, mientras que el asesino de mi hermano se notaba muy nervioso, y se limpiaba el sudor con frecuencia. Luego de un par de minutos, los dos se levantaron y el hombre de azul hizo una seña. El asesino se mostró horrorizado, y antes de que pudiera decir algo, uno de los otros cuatro hombres sacó una pistola con silenciador, y le dio un tiro en la frente. El sujeto cayó muerto de inmediato, al mismo tiempo que la sensación que me llamaba desaparecía por completo. Y a pesar de que la muerte de esa persona era la razón por la que estaba yo ahí, me exalté y di un paso para atrás.

Para seguir con mi mala suerte de ese día, con el pié derecho di un mal paso sobre un pedazo de grava y resbalé... no pude evitar dejar salir un pequeño gemido por el dolor del golpe... y eso junto con el ruido de mi caída fue suficiente para que me descubrieran.

Me levanté tan pronto como pude y traté de correr, pero en la primera vuelta, me interceptó otro sujeto armado... Ya no pude escapar. El tipo me sujetó de las manos por la espalda y me llevó a la misma silla donde había estado sentado el asesino de mi hermano, donde ya me esperaban los demás tipos, y el hombre de azul sentado en la silla de enfrente.

-Buenos días, jovencita.

-...

-Entiendo que tengas miedo, pero tenemos que hablar de lo que acabas de ver.

No quiero matar más gente... pero no quiero que me mate a mí... trataré de ponerlo de mi lado...

-Ese hombre... al que ustedes mataron... -dije con voz era temblorosa, por más que trataba de mantenerme tranquila.

-Eso me temía... verás, no podemos dejar que le hables a nadie de lo que hacemos aquí...

-Él mató a mi hermano... y ustedes lo mataron...

-¡Ah! Así qué ahora estás en deuda conmigo, ¿verdad?

-Yo... sólo quiero irme... no diré nada... lo juro... sólo quiero irme...

-No se puede. Pero, si te portas bien, puedes venir conmigo.

Por alguna razón, aunque podía haberlos matado a todos con sólo quererlo, estaba muy asustada. No podía hacer más que repetir lo mismo una y otra vez.

-Por favor... sólo quiero irme... por favor... juro que nadie lo sabrá...

-Mira... te portas bien y vienes conmigo, o te niegas y te vas a pasear al fondo del mar con nuestro amigo de la bala en el cerebro. Además, si vienes conmigo verás que sé cómo tratar a una jovencita.

Todos son unos malditos cerdos... yo ya no quería matar a nadie...

Antes de que lo intentara, un sólo rayo amarillento salió del suelo, y en lugar de salir disparado hacia el cielo, en un rápido movimiento curvo atravesó los corazones de todos los hombres que estaban ahí, excepto el del hombre del traje azul.

¿Qué pasa? Aun no quería hacerlo... yo no quería, ¿por qué pasó?

El sujeto del traje azul se dio la vuelta

-¿Qué diablos...?

Otra persona se acercó a nosotros. Era un hombre alto y de cabello corto, que llevaba un traje blanco y caminaba lentamente. El tipo de azul sacó una pistola de su saco y le apuntó.

-¡¿Quién eres tú?! ¡Quédate ahí o te mueres!

-Tú no eres nada- respondió el sujeto de blanco.

En ese momento, el suelo debajo del hombre de azul se abrió en grietas irregulares, y un sólo rayo enorme salió disparado hacia el cielo envolviendo al sujeto por completo. Cuando se detuvo, no quedó ni siquiera su sangre.

Yo me quedé sin palabras luego de ver eso. Después de todo, no sólo era la primera vez que veía los rayos directamente, sino que no había sido yo quien lo provocó. El hombre de blanco me miró por un momento.

-Por eso no tienen esperanza... miserables e indefensos...- dijo mientras se daba la vuelta para alejarse.

-¡Espera! -le grité. El hombre se detuvo. -¿Cómo hiciste eso? ¿Qué es ese rayo?

-Nada de tu incumbencia- respondió sin voltearme a ver.

-¡Pero...!

-No te importa. No creas que te salvé por alguna razón en especial. De todas formas voy a matarte a ti también, sólo alargué tu vida un...

El tipo dejó de hablar y se detuvo de inmediato cuando hice aparecer frente a él un rayo propio.

-¿Qué diablos...? -me volteó a ver sorprendido.

-Por favor... quiero saber qué es esto...

Después de mirarme por un momento, se me acercó.

-¿Cómo te llamas? -me preguntó con incertidumbre.

-Mirai. -respondí igualmente confundida.

En su rostro que hasta hacía un momento había permanecido inexpresivo pude notar cierto nerviosismo. O tal vez era emoción por encontrar a alguien que hiciera lo mismo que él. Se me quedó mirando por casi veinte segundos sin decir absolutamente nada, pero aun con esa misma expresión. Sentí que algo andaba muy mal...

-Emm...

-Mirai... Ven conmigo...

En ese momento, escuché otro disparo... El sujeto con el que hablaba cayó al suelo. Detrás de él había otro hombre armado, que me apuntó directo a la cabeza. Apenas alcancé a producir un rayo del suelo, que le cortó el brazo con el que sostenía la pistola. Sin embargo, en ese mismo momento, disparó. Por suerte mi corte alcanzó a desviar el disparo, que me pegó en el hombro. Sentí un dolor insoportable, y caí sentada en la misma silla donde me habían puesto los sujetos. El tipo gritó y se apretó la herida... luego caí al suelo, desmayada por el dolor...

La próxima vez que desperté, estaba en una cama, en una habitación cubierta de madera. Sentía que todo se movía. Había una pequeña ventana redonda frente a la cama, a través de la cual podía ver un cielo azul fuerte. Intenté levantarme, cuando sentí el mismo dolor del balazo en el hombro, pero mucho menos intenso. Me di cuenta de que la herida había sido mucho menos profunda de lo que recordaba.

Cuando pude levantarme, caminé tambaleándome hacia la ventana, y debajo del perfecto azul del cielo, separado por el horizonte, me sorprendió el resplandeciente azul verde del mar. En cierta forma fue un alivio, pues me di cuenta de que la habitación, parte de una embarcación, en verdad se movía.

Abrí la única puerta de la habitación, para recibir la brisa marina en el rostro y en el cuerpo... Y ahí estaba el hombre de blanco, cuyo nombre aun no conocía, mirando hacia la tierra de la que nos separábamos poco a poco. Me le acerqué.

-La humanidad va a caer.

El hombre habló con una helada seriedad. Me quedé pensando un momento en sus palabras.

-¿Cómo? -pregunté un tanto insegura.

-Lo que oíste. Para eso estamos aquí, tú y yo.

-No entiendo...

-Tú has visto lo que hace esta gente... no me dirás que crees que no lo merecen.

Me recargué sobre el barandal en la orilla del barco y miré hacia el continente. No había una sola nube visible sobre la tierra que alguna vez vivió bajo la lluvia eterna.

-Yo... estoy de acuerdo... todo lo que alguna vez me importó, la gente lo destruyó... hicieron pedazos mi vida... y a nadie le importa...

-Y nunca has sido testigo de una guerra. No padeces enfermedades incurables, ni te arrastras por el hambre todos los días con la esperanza de encontrar algo comestible en la basura. Tampoco eres perseguida por tu raza o tus creencias. Lo que has vivido sólo es una pequeña parte de lo podrido de la humanidad. Tienen dos caminos posibles; morir ahora, de golpe y sin dolor, o morir lentamente, víctimas de su propio odio y desprecio por la vida y la naturaleza.

-Entonces... ¿vas a matarlos? ¿A todos?

-Así es. No quedará uno sólo.

-Y así salvar el mundo...

-Ese no es mi objetivo. Pero es parte de las consecuencias de lo que hago.

-... Entonces... ¿por qué?

-Estoy aquí para castigar y erradicar vida... y tú también. El que puedas usar la energía de la Tierra lo prueba.

Ya veo... entonces eso era lo que me quiso decir Rai...

-Me parece correcto... y me parece justo. Ya he matado a dos personas, y no me arrepiento. Si es el fin de la humanidad, me parece bien. No se merecen otra cosa que irse al infierno.

-Así es como debe ser. De seguro tienes preguntas que hacerme, pero deberías descansar primero. Tu herida es más grave que la mia.

De nuevo miré el cielo despejado sobre el horizonte, mientras nos alejábamos lentamente. Estaba segura de que no volvería al lugar que alguna vez llamé hogar.

Llevábamos horas navegando. Ya no había rastro alguno del continente, era obvio que lo habíamos dejado muy atrás. El cielo se había oscurecido de nuevo sobre nosotros y parecía que comenzaría a lloviznar en cualquier momento.

Luego de dormir un rato, volví a salir a la cubierta, y a recargarme sobre el barandal. Me saqué de la blusa el pendiente que me había dado Rai, sólo para mirarlo de nuevo. Apenas entonces se me ocurrió que no conocía el nombre de esta persona con la que viajaba. Me daba algo de vergüenza preguntar tan tarde, pero mientras más esperara peor sería, así que aproveché que él también había salido y me le acerqué.

-Oye… em… disculpa…

-¿Qué pasa?

Bajé la mirada para ver el pendiente de nuevo.

-No me había dado cuenta… pero no te he preguntado cómo te llamas…

Él se quedó sorprendido mirando el pendiente, como si hubiera visto un fantasma. Su expresión pronto cambió para mostrar disgusto mientras se me acercaba rápidamente. Me puso con la espalda hacia el barandal, y con una mano tomó el pendiente aun colgando de mi cuello mientras me apretaba el hombro derecho con la otra.

-¡Eres tú!

-¿Qué pasa?- dije con voz temblorosa.

-¿Piensas estorbarme otra vez? Querías engañarme, ¡¿verdad?!

-N-No… eso…

-Pero… ¿por qué no puedo matarte? Ya deberías estar hecha pedazos… ¡¿Por qué no puedo?!

El tipo comenzó a estrangularme fuertemente. Intenté liberarme con todas mis fuerzas, pero era inútil. Desesperada, intenté usar los rayos de luz para cortarle los brazos, pero pude ver cómo los rayos, en lugar de salir verticalmente, salían inclinados cortando parte de la cubierta.

-¿Qué intentas hacer? ¡¿Esto?!- gritó mientras abría más los ojos y sonreía.

Entonces sentí detrás de mí el calor de un inmenso rayo de luz que se elevaba hacia el cielo. El sujeto se quedó mirando sorprendido, pues el rayo no me había tocado, al igual que los míos no lo tocaron a él. Aproveché que en su distracción aflojó las manos para dar un violento respiro y enterrarle en un brazo las afiladas puntas de una de las lunas del pendiente de Rai. El tipo gritó y me soltó, se arrodilló y se apretó la herida con la otra mano. En ese momento intenté separarme, pero él alcanzó a sujetarme del tobillo y caí al suelo. Instintivamente puse las manos para intentar detener mi caída, y en cuanto golpeé el suelo sentí cómo la herida de mi hombro se abría de nuevo. Grité por el dolor y vi cómo escurría una gota de sangre por mi brazo. Apenas aguantaba el dolor cuando el tipo se puso frente a mí y me levantó jalándome del cabello con su brazo bueno. Entonces empecé a llorar por el dolor de todo junto. Sin detenerse ni un momento, el sujeto me estrelló la frente contra el barandal del barco. Yo deseaba que pasara algo que me salvara, o al menos, quería perder la conciencia, pero no fue así.

-¡¿Por qué no puedo matarte?!

El tipo me volvió a apretar el cuello con sus dos manos, a pesar de que su brazo herido seguía sangrando. Yo estaba temblando… de pronto la presión en el cuello se detuvo y empecé a toser mientras recuperaba el aliento.

-¿Por qué no puedo…? ¡¿Por qué?! -me miró lleno de odio.

El sujeto volvió a golpearme contra el barandal, y me levantó por encima de él, para finalmente arrojarme al mar.

Apenas mantenía la conciencia por los golpes que había recibido en la cabeza y seguramente por la pérdida de sangre. El agua helada era refrescante… no tenía las fuerzas para intentar nadar, y no quería hacerlo. Sólo quería que la oscuridad del mar me envolviera y me llevara a mi final… no sentía más que tranquilidad…

Así que… al fin está pasando… se siente tan bien…

Hermano… lo siento… hice todo lo que pude por vivir… pero muy pronto nos veremos de nuevo…

Un momento después, el agua salada empezó a entrar a mis pulmones y a mi herida. La paz que sentía un momento atrás quedó muy opacada por el dolor y la desesperación de no poder respirar, y la acogedora oscuridad se volvió aterradora. El agua refrescante ahora me parecía insoportablemente helada, y sentí cómo cada parte de mi cuerpo se acalambraba cuando intentaba moverla en mi desesperación por salir a la superficie. Había inhalado demasiada agua… la única esperanza que me quedaba, era que todo terminara pronto. Si de verdad existía un dios, sólo eso le pedía.

Lo último que vi fue el pendiente de Rai, antes de finalmente cerrar los ojos y dejarme abrazar por la oscuridad absoluta…

1 comentario:

  1. Hola de nuevo, pues de nuevo tu historia me ah gustado, creo que de esta ya habia leido un poco antes (si no mal recuerdo)... Espero y sugas publicando mas de tus historias =D

    P.D. No pude evitar encontrarte parecido con "el angel" xD

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